jueves, 22 de enero de 2015

JUAN PABLO DUARTE, ¿QUIÉN ERES TU?


Dr. Néstor Saviñón 
Uno de nuestros personajes históricos menos comprendidos y peor valorados es Juan Pablo Duarte. Aunque su figura y frases forman parte de la identidad nacional desde la repatriación de sus restos, no hay muchos seguidores de Duarte. 

Digo estas palabras, ya que una buena parte de los dominicanos conocemos la vida y hechos del Padre de la Patria: un joven brillante que sacrificó todo por crear una nación independiente denominada República Dominicana, y tras largos años de exilio y miserias, muere en Venezuela, en la más abyecta pobreza. Un organizador brillante, un visionario, y una persona que creía en su pueblo, en la dignidad del mismo y su derecho a regirse por leyes propias y tener un pabellón y lugar en el mundo dentro del concierto de países civilizados.

Lamentablemente, ese ejemplo de altruismo, de sacrificio en pro del bien colectivo, esa claridad meridiana de cómo obrar, han brillado por su ausencia en los 170 años de historia republicana. Durante esas diecisiete décadas, salvo algunos períodos especialísimos, se ha aplicado el egoísmo, el personalismo y el interés privado. Por ello, el nombre de Duarte, aún hoy, para muchos sectores, es incómodo, ya que es el modelo de todo lo contrario a lo que son.

No sólo los gobernantes son los culpables de este amor al dinero y desprecio a la solidaridad y al interés colectivo. Cada sector social se ha apropiado de las ideas que más les convienen, no sólo de Duarte, sino de otros patricios y lo aplican según sus intereses.

Por eso, 202 años después de su nacimiento, creo que debemos preguntarle a Duarte, quién es él, para que recordemos su valor, su arrojo, su dignidad, y esos valores vayan permeando esa epidermis tan dura que tenemos como país y valoremos lo que tenemos, una nación elegida por Dios para ser la Atenas del Nuevo Mundo, donde todo inició en América, y que generosamente recibe a todo inmigrante. Un terreno fértil, donde cualquier semilla o grano que se tire en el camino germina con facilidad. Un territorio pequeño, que aunque enmarcado en una isla, tiene vocación de continente, al poseer una riqueza en flora y fauna asombrosa y una diversidad de climas sorprendente. Un pueblo de hombres y mujeres trabajadores, creyentes y luchadores.


Por todo eso, el ejemplo de Duarte debe ser rescatado, y ser nuestro modelo. En el mismo encontramos las esencias más puras de la dominicanidad. Y es nuestra carta de ruta, que marca lo que fuimos, somos y seremos. Y por ello, en nuestros mentideros, campos, parajes, ciudades, en cada calle, callejón o doquiera habite un dominicano, debe haber un hombre o una mujer con ese convencimiento y ese deseo de defender la patria y demostrar que tantos sacrificios y tanta sangre vertida no ha sido en vano.

Hoy, más que nunca, debemos emular a Duarte, a Luperón y a muchos otros patriotas que nos legaron esta patria. Si así lo hiciésemos, las futuras generaciones nos lo agradecerán. Si no lo hacemos, la historia y nuestras conciencias nos condenarán.

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