jueves, 28 de mayo de 2015

EL MINISTRO DE HOY: EN EL CAMINO DE LA PERFECCIÓN

Rev. Pedro Ramón Gómez V
El apóstol Pablo nos expresa en Filipenses 3:12 “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”.

LA PERFECCIÓN es:
Alcanzar un estado ideal de integridad o plenitud espiritual. Es una cualidad que no se alcanza solo por el esfuerzo humano, ni tampoco es un fin en sí mismo. La perfección cristiana consiste esencialmente en ejercer el don divino del amor

(Colosenses 3:14 “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”), por Dios y por otras personas (Mt. 22:37-39 “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”).

La base de la perfección está en Dios mismo, cuya ley (Stgo. 1:25 “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”), obra (Dt. 32:4 “El es la roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto.”) y caminos (Sal. 18:30 “En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová; escudo es a todos los que en él esperan.”), son perfectos.

Como Dios es perfecto, puede, por lo tanto, demandar de los creyentes plenitud y los capacita para recibirla

(Mt. 5:48 “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”).

PERFECCIÓN no significa impecabilidad, sino completo desarrollo, crecimiento hasta la madurez en piedad:

(Ef. 4:12-13 “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”). 

Lo que se discute en este pasaje es la bondad del Padre, no su impecabilidad (Lc. 6:35-36 “Amad, pues, a vuestros enemigos, y hace bien…”).

La cualidad de “perfecto” se adscribe a Noé (Gn. 6:9 “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.”) y a Job (Job. 1:1 “Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.”) como resultado de su obediencia de todo corazón.

En otros contextos bíblicos, la perfección colectiva y ser “íntegro” van de la mano

(Sal. 37:37 “Considera al íntegro, y mira al justo; porque hay un final dichoso para el hombre de paz.”, Prov. 2:21 “Porque los rectos habitarán la tierra, y los perfectos permanecerán en ella.”).

En el Nuevo Testamento a través de Cristo los creyentes pueden ser perfeccionados para siempre (Heb. 10:14 “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.”).

Los cristianos deben crecer y pasar de la infancia espiritual a la madurez, de modo de compartir la estatura plena de Cristo, en cuya imagen ellos pueden ser renovados y perfeccionados (Col. 3:10 “y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”).

En razón de que sobre la tierra el pecado permanece como una posibilidad para todos los creyentes

(1 Jn. 1:8 “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”),

Necesitan llegar a ser perfectos aún cuando solo logren una perfección relativa


(Miq. 6:6-8 “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo?  ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite?  ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?  Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”; Fil. 3:16 “Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa”; Fil. 3:12-14 “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”)

El don divino de la perfección se concretará plenamente en la eternidad

(Fil. 3:10-14 “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”; 1 Jn. 3:2 “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”;

compárese con

2 Co. 7:1 “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”; Ef. 4:13 “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”; Heb 6:1 “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios.”; Stgo. 3:2 “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”).

El apóstol Pablo cuando le escribe a los Romanos 6:6 “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”, esta expresión ocurre en otros lugares (Ef. 4:22 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos” y Col. 3:9 “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos”), y siempre significa el hombre de naturaleza antigua y corrupta, la tendencia al mal que es innata en todos los seres humanos.  En Romanos 6:6 la alusión es a la persona misma del hombre natural; Ef. 4:22 y Col. 3:9 se refieren a sus caminos.

En cuanto a su posición, es decir, desde el punto de vista de Dios el viejo hombre está crucificado y al creyente se le exhorta a que haga de esto una realidad en su propia experiencia, tomándolo por cierto en el acto definitivo de “despojarse” del viejo hombre y de revestirse “del nuevo” (Col. 3:8-14).

El Hombre Nuevo
En Efesios 4:24 se nos dice que el nuevo hombre es aquel que ha sido regenerado a distinción del viejo hombre; y es “nuevo” en el sentido de ser ya un participante de la naturaleza y vida divinas

(2P. 1:4 “por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”;  Col. 3:3-4 “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”)

y no, en ninguna manera, el viejo hombre reformado o mejorado

(2Co. 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”; Ga. 6:15 “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”; Ef. 2:10 “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”; Col. 3:10 “y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”). 

CONCLUSIÓN
El hombre nuevo es Cristo “formado” en el creyente (Ga. 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”; 4:19 “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”;  Col. 1:27 “a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”, 1Jn. 4:12 “Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros”).  En 1Jn. 1:8-10 la escritura expresa: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.

A través del sufrimiento y exaltación de Cristo, Dios hizo perfecto a Jesús (Heb. 2:10 “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”), e hizo que pueda ganar para la iglesia y el creyente individual una integridad que es un reflejo de la suya. (Col. 1:28 “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”; Heb. 5:9 “y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen”).

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